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El miedo vende


Uno de los mecanismos de control social más potentes es generar miedo. Es por eso que los noticieros no se cansan de propalar a todas horas accidentes fatales, violaciones, asaltos, terremotos. Una persona atemorizada es una persona desconfiada, vulnerable, aislada. El miedo además tiene otra función: nos hace comprar, porque consideramos que los bienes materiales cubren de alguna forma nuestras inseguridades. No es casual que apenas sufrimos una decepción amorosa vamos corriendo al centro comercial a llenarnos de chucherías para compensar nuestra situación de abandono.


La clave está en determinar a qué le tiene miedo nuestro público objetivo y cómo las cosas que ofrecemos les pueden ayudar a superarlo. Si vendemos juguetes caros, robots transformers con múltiples funciones o muñecas parlantes que caminan, obviamente no son para el niño que se aburre en un par de días sino para el padre (el cliente) que así pierde el miedo a que lo consideren un mal papá por no pasar mucho tiempo con sus hijos y lo compensa comprando muchos regalos. Es por eso que los niños hoy en día tienen tantos juguetes que ya no juegan con ellos sino los coleccionan, incluso ni siquiera los sacan de su caja y las jugueterías están haciendo montones de dinero con la culpa y el temor de los padres.

Siguiendo con los papás estos pagan escuelas caras porque tienen miedo que sus hijos no sean exitosos y deben empezar su carrera al triunfo desde la infancia. Todos sabemos que una escuela cara no garantiza que te va ir bien en la vida pero el miedo obviamente no es racional.

Aprovechando el Halloween, empecemos a investigar que asusta a nuestros clientes y como los productos que les ofrecemos pueden combatir sus temores.



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